lunes, 21 de septiembre de 2009

¿POR QUE LE ADMIRAS? POR ESTO....







Hay palabras que se clavan. «Cáncer» es una de ellas. A Markel Irizar se le hincó una noche en la Vuelta al Goierri 2002, una carrera amateur. Uno de sus compañeros le habló del repentino final de una amiga, fallecida tan joven. Víctima de esa palabra. Irizar se temía algo.

El presentimiento. «Ese mismo día me noté un bulto en un testículo», recuerda. El miedo. ¿Qué será? Había leído la autobiografía de Armstrong, el campeón que batió al sprint a la enfermedad. «Cuando lo leí, pensé: si esto me pasa a mí, me hundo». Y aquel día empezó a pensar que podía sucederle. «Me asusté». El miedo le salvó.
Acudió rápido a un médico, pasó por el quirófano y por la extirpación del testículo. Tras la biopsia escuchó una palabra aún peor. La peor: «Maligno». Se derrumbó. «Tengo 22 años y voy a morir», pensó. Hoy tiene 29, corre en el Euskaltel-Euskadi, ha visto nacer a su primer hijo, espera al segundo y se ha comprometido para correr las dos próximas temporadas en el RadioShack, el equipo de Lance Armstrong.
«Fue una sorpresa, me llamaron ellos y me ofrecieron dos años de contrato. Es una gran oportunidad... Me da pena porque han sido seis grandes temporadas en el Euskaltel. Pero para mí correr con Lance es un sueño», dijo ayer. Armstrong ya se había interesado por Irizar cuando supo de su cáncer. «Primero me envió una carta. Luego, un e-mail». Mientras a Irizar le consumía la quimioterapia, el americano ganaba otro Tour. Y al llegar a París, escribió una dedicatoria en el libro de ruta de la ronda gala, la metió en un sobre y lo envió a Oñati, a la casa del entonces ciclista amateur.
Este año, en el Tour Down Under, coincidieron. Irizar le agradeció aquel ánimo. «Su lucha contra el cáncer a través de su Fundación nos ha unido. El granito de arena que yo pueda aportar será bienvenido».
Mis «bichitos» están vivos
Sus compañeros le apodan «Bizi-poz», algo así como «la alegría de vivir». Aunque le tocó llorar. Sobre todo aquel día desde la consulta de Beasain hasta su casa. Había ido solo. Cuatro años antes había perdido a su padre. Y tenía que decirle a su madre lo de la enfermedad. Lágrimas durante 31 kilómetros. «A mi ama se le vino el mundo encima». Fue lo peor. Primero el marido y ahora su único hijo. Los médicos dijeron que el diagnóstico era malo pero que habían llegado a tiempo. Que confiara en la quimioterapia.
Pensó en Armstrong. Antes de padecer la enfermedad, Irizar había enviado una carta de apoyo al corredor estadounidense. «Me devolvió una tarjeta de agradecimiento». Luego, fue Armstrong el que se preocupó por él. Aún no tiene triunfos. O sí: «Decían que con el cáncer testicular igual no podía tener hijos, pero parece que mis «bichitos» están vivos».