lunes, 25 de julio de 2011

El asiento

Esta es la historia de un tío que siempre llegaba al andén cuando estaba lleno de gente y que con mucha maña iba adelantando de lado, pidiendo lastimosamente que le dejaran pasar, dando pequeños empujoncitos hasta ponerse el primero justo cuando el Metro iba a llegar. Tampoco dejaba salir muy cómodamente a los que se bajaban en esa estación. Sin faltar, que el chico es aún hoy un encanto, se pegaba una pequeña carrerita al final para coger un asiento dejando a las abuelas, embarazadas y niños con dos palmos de narices y de pie. Hace un par de días nuestros caminos se cruzaron una vez más. Yo vengo desde el inicio de la línea y sólo participo con la mirada de sus diarios aconteceres. Se sentó a mi lado y se puso a lloriquear. Yo empecé a levantarme porque había una señora de naranja con cara de "Dios que difícil es esto de viajar en Metro" y le iba a ceder el asiento, y como soy como soy de meterete no tuve más remedio que preguntarle al tío en cuestión ¿por qué llora?.
Me contestó quitándose los mocos con un pañuelo impoluto que lloraba de alegría, que aquel era el momento más feliz de su vida, que siempre había deseado sentarse en el asiento que en ese momento por fin disfrutaba y que a pesar de haberlo estado intentando con mucho ahínco durante cada jornada como viajero, años y años, nunca lo había conseguido... hasta hoy. Le sonreí, parecía sincero y ya estaba lanzado contándome su historia. Me pasaba como esas dos hermanas de allí, me dijo señalando a dos chicas sentada una en la falda de la otra y que de verdad se parecían. Eran flacas, muy flacas, como de Suiza o por ahí. Pero ellas lo tienen muy complicado, agregó mientras yo asentía con disimulo, se quedan esperando a que la gente salga, y así nunca lo van a conseguir.


-Lars Bak (HTC) último en el Tour de Francia 2011-
Más educado que el de mi historia, deja pasar a todos antes de entrar.

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